sábado, 10 de marzo de 2012

ESPECTRO





Había dejado de escribir versos
hasta que me metí en aquel bar y la recordé
justo encima de una servilleta
secándose el sudor con mi apatía.

Había dejado de escribir versos
y me había empujado a la vida
nuevamente.

Si tú y ella hicierais el amor
empataríais adrede.

Pero eso no es lo que me ronda hoy,
del balido más triste a la inocencia
todo se hace humo por el camino.

No, eso no me trae aquí.

Fue tu fría voz ayer haciendo
de tripas corazón para explicarme
que mañana no vamos a poder vernos tampoco.

Cambios de tiempo y una tos brusca y seca
vuelven a dejarnos tibios, alejados
de esta maraña de sueños
que todavía tejo.

Al otro lado del teléfono también estás preciosa,
aunque hayan pasado dos lustros
y el muro siga enfrente de nosotros
escupiéndonos la vejez
a la cara.

Me hablas de las cosas que todavía te sostienen,
del poco tiempo que dejas para ti,
de los niños ausentes, de tu famélica
respuesta ante el amor,

me hablas tranquila y bajito
y yo adivino que a tus ojos les cortaron la luz
aunque eso sea mucho suponer.

Éramos eléctricos entonces, cuando
todavía te disfrazabas para el mundo,
y yo rebuscaba entre los márgenes
para encontrarte en el poema.

Todavía sigo buscando
lugares que te diluyan
de mi memoria.

Todavía siento que eres
mi poema inacabado,
mi excusa perfecta para abandonarme
a esos bares y folios

donde nada aprendo.

Te creo, sólo por esta vez te creo,
sólo por esta vez porque de ella
nada se sabe tampoco
y la última mujer que jugó a engañarse
me dejó el sexo muy triste
y el corazón intacto.

Te creo, porque ya vas para los treinta
y sé que has aprendido a echarme de menos,
a dejarte caer sobre el colchón
con el peso de tus sueños hecho trizas.

La reina de Javea te llamaba.

Y tú te rendías fácilmente
porque luchar conmigo no tiene sentido.

Dicen de mi que pasé como un espectro
y fui magia y corrí atolondrado a decírtelo
pero allí sólo estaba el hueco de tu ausencia,

turbia procesión por donde enfilan
las ilusiones muertas que me despojan
de mi ser.

Soy un hombre desecho por sus dudas,
una razón sin principio ni final,
ir a tientas –todavía- como un martillo
que me aplasta contra mis adicciones.

Pero no soy el de antes, aunque
me traiga para vosotras como entonces,

porque he aprendido a quererme y sé
que escribir es mi alimento hasta la médula,
la traición que la mañana me descubre,
la temeridad de sentirme acompañado
sin vosotras.

Tócame.

Tócame porque para ti
también soy de carne y hueso.


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