domingo, 11 de marzo de 2012

LEONOR

 




Y aquí me encuentro a salvo. Y ni siquiera sabes dónde porque ni siquiera te he invitado al estreno. Aquí me encuentro lejos, perpetrándome una y otra vez contra la imagen desfigurada del entorno, mis ojos secos que amaron poco, estos que ahora salivan la nostalgia y gritan como perros en la quijada de la ciudad herida.

La incertidumbre es la más genial de las fases, la única que la vida protege a través de los minutos y los pasos. Tu muerte está esperando pero todavía te debe tanto. Como cercenarse en dos para después parirse, de otro modo, con otros hábitos, otras veleidades. Cómo protegerse de los cambios, si la velocidad es lo único que me recordaba porque soy, existo, deambulo.


Y Leonor no sabía nada de esto, por eso tuve que enseñarla a abrirse de piernas antes de que su cabeza de chorlito pudiera aprenderse la lección. Dos horas después todavía sonaban los últimos remansos de una furia desmedida y ruin, y jamás volví a pensar en alto para ella. ¿Para qué? Su boca estaba desorbitadamente en otra dimensión, allí donde sé que nunca llegarían mis palabras.


Dos horas después desperté de aquello, con mi realidad entrempada y mis nueve de la mañana muy parecidas a las tuyas. Sólo que del baño a
mi cama revuelta suelo dejar estos versos antes de que la voz de Quique destape el tarro de las esencias y la vida no me de cuerda hasta dos horas después.

Lo que viene después no lo recuerdo.

Lo que no pasó, todavía me despierta.



No hay comentarios:

Publicar un comentario