TODOS LOS OJOS LLORAN MIERDA.

Todos los ojos lloran mierda. Eso ya lo sabías y ni siquiera te importó. 

Hoy Charly vive cada uno de tus pasos como si fuera el último, pero nunca es el último. Sonríe y va directo al balcón, cerca del suicidio intempestivo, cerca de nosotros.

Hay una mujer al fondo del pasillo, vagamente finge que todavía podemos encontrarnos pero la desidia es la melaza de los tristes y sólamente tú para entenderlo.

No tienes nombre. Tuviste tres, cuatro si cabe. Fuiste mi musa y mi pecado, mi reino sin gobierno y apenas unas horas en mi angustia para dejar que todo pase sin un gramo de esperanza.

Hay muchos personajes cercenando la cuerda del miedo, creyéndose cómplices en esta comedia de psicodramas, cuentos rotos y pasiones diabéticas.

Es el viejo teatro que inventamos. La nostalgia irreverente que maltrata los cuerpos en un sueño sádico. Y esa es la muerte que me gusta aunque la finja y la desvista de mil formas diferentes.

La muerte en tus ojos es un paso más en la vida de Charly, un torrente de minutos salvajes y sedientos de guerra.

Pero tú no tienes nombre. Hasta mañana ya no tienes nombre. Y me pregunto por qué los hombres duermen solos teniendo a tiro el poder de la palabra y centenares de conversaciones pendientes que no supe retocar.

El escritor maldito se hace y se transforma. Pero nunca envejece.Y las fiestas son como las mujeres. Nunca pude dejarlas y por eso es necesario que me dejen ellas a mi.

Entonces me encuentro contigo, cabrón incompetente que disfrazas la ternura de sinónimo mientras la mentira muere en el ocaso de esa lágrima.

Ahí nos encontramos tú y yo, dónde desaparecen las sombras y sólo se queda el recuerdo ingrato de ellas, la templanza de la noche abierta y las manos desubicadas.

Ah, la carne fresca... como sabía la carne fresca entre mis dientes.

Y como sabía el coño amargo de las frígidas que nunca convencimos.

Ah, la carne fresca... el verso caótico, el lunes negro.

Todo eso que todavía me regalas.