lunes, 27 de febrero de 2012

FILOSÓFICO.






Entonces le dije: podria follarte solo con palabras pero es demasiado filosófico para mi polla. Por entonces ya habíamos aparcado un jueves más en la retina de los crápulas, ya te había quitado el sueño y habíamos dejado atrás un club de jazz que huele a ausencia pero que sabe a humo. Por entonces ya caminabas borracha desde que tu conciencia intentaba ponerte salvo pero tu coño me tenía entre ceja y ceja y tú sabías que yo era demasiado fuerte para engañarte.

Me gustaba tu cocina. Me gustaba empotrarte en aquellas noches al ritmo de una cama sorda. Y sin embargo puse toda mi ternura entre tus piernas y soñaba despertar allí sin que la cruda realidad se adelantara a los primeros compases del día.

No hay nada mas importante que mi ciego. Mi ciego y yo, como una novela de Paul Auster dirigiéndome hacia el vértigo y el vicio después de perder tres manos en una timba de póker. Y como atrapa eso, y como enreda saber que tu otro yo necesita que te vayas para volver a reengancharse.

Desde entonces ha pasado una tormenta de tiempo y todavía no se a qué agarrarme. Puedo soltarte el collar ahí, en la ciudad, para que puedas respirar que no me tienes, descarnizarte entre verso y verso al ritmo de gin tonics y canciones eclécticas. Puedo pudrirme en la lejanía como un amante insatisfecho que ruega por su alma en día de difuntos: "disfrutó el cabrón pero se atropelló con su propia prisa".

O puedo creer que un día decidimos encontrarnos en el medio de este nuevo viaje, de esta cuerda que alzamos los dos y que poco a poco se fue convirtiendo en mi maná. Porque cuanto más te alejas, cuanto más asumes mi tristeza, más difícil es despedirme del poema. Cuanto más nos acercamos a esa mitad de cuerda, a ese equilibrio que me cuenta que puedo tenerte enfrente y no desgarrarte los labios, más se me dilatan los versos, se me enamoran mis dos enfermos y se me acaban los libros.

"No intentéis hacer esto en casa", les dije vacilándoles. No sirvió de nada. Los chicos ya aprendieron la lección, como tú en aquel banco de Madrid. Por eso me gustaba tu cocina. Tu cocina después del todo por el todo, del no te salgas nunca. Era como saber que estábamos creciendo juntos y habíamos dejado la inmadurez ayer entre esas sábanas. Era como saber que fornicar era igual a follar pero también podía ser hacerte el amor o no hacértelo.

Era como llorar en la cola de aquel concierto que no vimos, pero que luego si vimos y lloramos.

Era como romper hoy al ver que de haberlo sabido...



No hay comentarios:

Publicar un comentario