- Lo que
nunca entendí fue esa obsesión tuya por las barras y las putas.
- La noche
estaba llena de canciones y yo me puse a silbarlas.
- Pero en
una de esas podías haberme perdido para siempre. No te importaba eso?
- Sólo me
importaba que a las seis de la mañana una mujer no hiciera preguntas de ese
tipo.
- Por eso
estás tan lejos. No te das cuenta de que la vida se construye a tu alrededor,
eres un cadavérico venido a menos y sin embargo parece que todo te siga
resbalando. Dime, ¿nunca piensas en todo lo que tuviste?
- Pienso
demasiado en todo lo que tuve, pero detenerse ahora sería
peor que uno
de esos libros de autoayuda que no sirven para nada. A mi sólo me pueden ayudar
los cuerpos y las emociones.
- Ya no se
que hay de real en ti y qué de imaginario. Y sin embargo, si me quedo aquí diez
minutos más acabaré diciéndote que me lo hagas otra vez. Tengo que aprender a
vivir sin ti y tú tienes que aprender a vivir sin ti.
- Alguna vez
te dije lo mucho que me gustaban las farolas cuando volvía de dejarte en casa?
- No.
- Pues si.
Me encantaba contarlas, de una en una, imaginarme una luz, una dentellada de
luz a altas horas y pensar que todavía conservaba a la mujer más hermosa del
mundo.
- Charly,
debo irme. No quiero que me hables. Que me convenzas. No quiero estar aquí mas
tiempo y acabar viéndote como la última vez que nos cruzamos.
- Y cómo me
viste aquella vez?
- Perdido y
triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario