A
pedradas hay algo en ti
que no
puede dejarme nunca.
A
pedradas soy un hombre
marcado
por su tiempo.
Frágil
la curvatura de tus ojos
que se
detiene en el margen de cada palabra.
Ahí,
detenidos en la orilla
todavía
reposan nuestros cuerpos.
A
pedradas siguen atormentándose
el uno
contra el otro
y la
función es una tensa espera
donde
vagamente renunciamos
sin un
poso de violencia.
Déjalo
irse suave si sabe irse con estilo.
A
pedradas
se
edifica el muro de los locos
que me
separa de ti.
A
pedradas
mi final
contigo siempre es mentira.
Espero
que cada
mañana
un
hombre te mire a los ojos
y te
diga “te amo”.
Si no,
no podría perdonármelo.
Y
todavía quedan piedras.
Enorme, enorme poeta.
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