jueves, 26 de enero de 2012

VENENO.









“Lo único claro es por qué se pudren los muertos.
Con todo ese veneno en el cuerpo…”

                                                                                       Cesare Pavese.



Empiezo a ver en ti una mitad invisible
que surge de los metros que se atrasan
y los paseos donde la noche ejerce
su soberana canción de multitudes.

Es ahí donde convergen
la inmunidad del hombre y tu sarcasmo,
no muy lejos de tu mirada y de la mía,
puestas de la mano de Dios
ajenas al porvenir.

Hay un idioma que no voy a saber explicarte,
al que le cuesta llegar a la orilla
y sólo se detiene en tu sonrisa vertical,
aquello que llamamos paz interior
o reminiscencia.

Esta mañana ojeaba el periódico
mientras la mañana cogía un bus rojo
y pensaba en ese tren lleno de lágrimas
y en dos desangelados huéspedes
desnudos frente a frente
sin nada que decirse.

Lo que quiero advertir es que tu historia
puede ser la mía o viceversa,

y yo te estoy escribiendo por si acaso
-y en eso vuelvo a repetirme-
no supiera explicarlo.

Se trata de literatura obtusa,
ceniza y pus por encima de los llantos
como un suspiro que se guarda para dentro.

Se trata del oficio de vivir, intensamente
mio, también a medias.



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