jueves, 26 de enero de 2012

LIBERTAD.






La última vez que la vi
llevaba los tacones manchados de sangre.

Vagaba por los bares como
pidiendo una tregua, una respuesta
que nadie conoce.

La habían desvestido tantas veces,
la habían dicho tantas cosas acerca
de cómo hacerse fuerte en la ciudad.

La última vez que la vi
me cogía de la mano y me decía
que lejos queda el tiempo y la distancia
en la que yo me dejaba querer
y tú me empujabas al abismo.

Siempre detrás de ti.

Siempre detrás de ti.

Era irresponsable mi manera de quererla,
como caer levantándose
y una vez se besa el suelo
ya no se aprecia el labio.

La última vez que la vi
no se llamaba Eme, ni Ese, ni siquiera Erre,
no dejaba mensajes en mis ojos apocalípticos,
no se delataba contra mi en cuartos de baño,
no se dejaba querer entre cigarros apagados +
y luces a medio tiempo.

Podía sujetar mi pena
pero no podía arrastrarse conmigo a nuevas esquinas,
podía apaciguar mis ansias
pero no sabía descender por el poema
sin hacerme daño.

Yo la dejaba oculta entre la gente
y la dejaba esparcirse como el humo
que muere contra el viento y sabe a nada,
que se nutre del aire y del desconsuelo.

Yo la dejo en el mar tiritando en la orilla,
la cuido cuando pierde aviones,
la entrego al folio vestida de domingo

y para cuando huyo ya no hay platos sucios,
ni balcones habitados, ni canción de buenas noches.

La última vez que la vi
iba demasiado ciego para verla.


Pero a veces saca fuerzas
de la memoria intempestiva y sucia
y vuelve a cogerme de la mano mientras piensa

¿quién atraca el puerto de tus ojos,
quién te alimenta de caos,
quien hace de tu amor tragedia,
de tu esencia llamas, del temblor
un llanto?.

¿Quién fecunda bajo tu trono
la noche eterna de los hombres buenos,
quién te machaca contra el verso,
quién desatiende tus lágrimas,
quién planta la raíz del desencanto
la mala hierba del hombre que arrastras
desde lejos?.

La última vez que la vi
se llamaba Libertad y estaba sola.




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