Cuando sueñes
conmigo no me lo digas.
Déjame perderme
entre las calles
pero no te
traiciones.
Deja que nunca nos
entiendan,
que se abran los
bares para otros,
que se cierren los
portales de la memoria.
Cuando sueñes
conmigo no me lleves a esta noche,
no les digas que
pasó la vida en cueros
desvirgándonos las
lágrimas.
No les hables de mi.
No sucedió nada
que no sea capaz de
morirse entre tus labios.
No pidas tú la
última, deja que sean ellos.
No te arrojes a los
abismos de la locura
si no tiembla la luz
de los poetas.
No te traiciones, no
saltes al vacío,
no te hagas daño ni
te inyectes mi desdicha,
no acudas a los
gritos insensatos,
a los ojos
derrotados, a la ternura ciega.
No vuelvas a
decirlo, no te asustes
cuando todo vaya a
hacerse con preguntas,
cuando los párpados
incólumes pregunten
como lloran las
ciudades.
Y sobretodo no te
traiciones.
Porque sé que
volverás en otra noche
con otros cuerpos y
otras barras y nada
estará para nosotros
como entonces.
Volarán las páginas
de lo que ayer escribimos
sobre tu verdad, y
volarán con fuerza
hasta que puedas
reconocerme entre la niebla.
Pero tú habrás vuelto
en otra noche
con otros cuerpos y
otras barras y nada
estará para nosotros
como entonces.
Y yo seré el aliento
de una lluvia antigua
evaporando los
llantos y recogiendo los márgenes
que me dejaban
dentro -todavía-
de ese miedo que
llamamos círculo.
Se abrirán los
recuerdos como putas,
pero los cielos
sabrán cerrarse impunemente.
Que no te tiemble el
pulso ni las fuerzas,
que no te hagan
llorar después del llanto,
que no sean capaces
de vencerte.
Y sobretodo
no te traiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario