Un día miraré tus
ruinas y silencios,
será tan tarde que
habrán apagado
la ciudad, se
quedarán mirándonos
éstos, los que
quisimos ser y nunca
fuimos.
Un día reprenderé
tus labios,
dejaré tus ojos en
coma y bailarás
sobre la vieja manta
de lluvia
un rock and roll
interminable,
ese día volverás a
disfrazarte para mi
de todas las cosas
que ellos odian
y te traeré para un
poema para
que las sílabas se
muerdan las uñas
con tu vuelta.
Un día, después de
muchos golpes,
misterios, envites,
caricias y lágrimas
te recogeré donde te
dejé y quizá
hayan pasado algunos
lustros,
quizá no valgas para
esto,
pero yo te recogeré
y quizá no hayan
pasado tantos lustros.
Un día, como si de
cerrar portales se tratara,
de subir escaleras,
de tropezar conmigo,
algo crecerá bajo tu
vientre
así como un poema
que desangro
lentamente por tu
boca
y me dirás vuelvo a
creer en ti
y yo quizá lo sienta
lejos, como inerte,
y tenga que dejar
que pase el tiempo.
Un día, tras ese
tiempo,
tus hijos pasearán
por el parque,
los gritos del
arraigo, la boda que tuviste,
los lunes, los
horarios, los perfumes
y toda la soledad
que compartimos
seguirá presente.
Pero ese día el
tiempo nos habrá escupido
-literalmente- hacia
el abismo,
y seguro que yo tuve
que emprender otro viaje
con otros versos,
otras canciones,
lejos donde todo
supo a estancia,
neblinas, a sudores
neutros,
ventanas y
prejuicios.
Entonces
ya no tendré ganas
de esperarte,
serás sólo una
mancha entre mis páginas,
blanca, inmaculada,
perfecta, porque yo te traje
a mi modo y
semejanza yo te traje
de mi desesperación
a tu desesperanza.
Y te bajé la mía
cerca del final de
este poema.
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