martes, 24 de enero de 2012

LEFA






“Odio y amo. Por qué lo hago, me preguntas tal vez.
No sé, pero siento como se hace y me torturo".
                                                                              Catulo.


Es inútil que finja
que todavía resbalamos
por la cálida lefa que un día
retrasó este –nuestro- desencanto

los cuerpos se abandonan
como a un cadáver decrépito
y en el desierto de las sábanas
se escuchan los gritos de Dido
enojada como el polen de tus piernas

Solía morderte a horas intempestivas
donde el sueño no mama y convergen
los ojos verticales que carecen de maldad
y chimeneas vírgenes
humean la balada de lo incierto.

Si estás desencontrada no me busques
en mi ciudad no saben de tu nombre
y pronto te odiaré
para que no me olvides.

Es tácito que ahora lo llamen sexo
nosotros le pusimos apellidos  
en los sudores enfermos
en las semillas de tu clítoris
en el suicidio de los labios
que sabían lamer los escondrijos
del hombre moribundo.

En cada cuerpo amé de contrabando
solía arrebatarte la palabra
callándote la boca desnutrida
entrándote sin riesgos de ser tiempo
en los relojes del olvido.

solía darte un beso en el corazón
de tu felicidad impúdica
allí donde no pueden llegar
los diferentes ojos que hoy lo intentan.

No saben de la curva de tu cuello
no huelen el perfume de tu niñez dormida
no bajan hasta la matriz del útero
como un pájaro disparado por la muerte
no te recorren desnudos de pensamiento
ni oigo voces que despierten
la membrana que descubra tu secreto.

Yo lo hice pero quizás te odie
porque el amor ya no puede equivocarse.

Sudores a destiempo y en mi cama
huele a lefa.


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