martes, 24 de enero de 2012

LA EDAD DE LAS LLUVIAS.




                                               “Los penúltimos días están llenos de luz
                                               aún, y quiero retornar, de los ojos del niño
                                               que murió, los pájaros aquellos.”
           
                                                                                                        Francisco Brines.


 

El tiempo se mantiene inalterable
y nosotros seguimos cometiendo los mismos errores.

Bebimos de los sueños más espesos,
profanamos sin saberlo ataúdes de luna
y la noche se derramó
como un trago en nuestros labios.

Fuimos huéspedes de la aldea
que amansa infatigable a los hombres,
que reduce los versos que escribimos,
que provoca huidas y desidias
deploradas tras un seco disparo de ignorancia.

Y nos quedamos distantes
a la puerta de un futuro al que acogernos.

Mancillemos entonces las respuestas
para limpiar de ironía los fracasos en la frente,
dejemos de querernos en silencio,
volvamos a ser luz en el próximo verano,
en el sórdido poema que se desangra
acuchillado por el filo incisivo de las lluvias.

Recurramos a victorias insurgentes,
resbalemos a raíz del coraje
con la caricia del daño entre los ojos,
pero juntemos la palabra,
mancillemos sus respuestas
y quizás los pájaros evocados por Brines
ya no emprendan el vuelo y retornen.




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