martes, 24 de enero de 2012

EL ÚLTIMO JOHN WAYNE.




Una canción a medias y luego se marcharon.

El todo y la nada mutilados
en una cama hecha de sangre,
dos cuerpos mitigándose de pena
como si nada hubiera sucedido.

Atrás se rompen páginas,
se encienden los semáforos,
una pareja se besa en la boca del metro
y la ciudad se me antoja el cuadrilátero perfecto.

Estoy esperándote. No te tengo miedo.

El juego no tiene límites,
hagámoslo rápido y sin manchas,
el asesinato perfecto, los amantes silenciosos.

Las putas y Bukowski no te cubren,
allí donde llegué yo con las manos vacías
tú llegaste sobria, cinco minutos tarde.

Ya no me dejo la noche contigo
ni la copa en tu boca me sabe más dulce.

Ya no son horas. No malgastes
los zapatos del rencor.

El círculo no me pesa, aprendí a mirarlo
teniéndote dentro.
No te puede temblar la mano ahora.

Sólo el poeta sabe esto,
el verso apenas lo intuye.

La urgencia de caminar rápido a la muerte
hará que beses a otros hombres
y yo me sienta más vivo todavía.

Dejo en tus labios la culpa y la vida
y eso te perseguirá como un balido
en la noche más triste.

Porque yo ya soy tu sombra,
tu noche y tu miedo,
tu paciencia y tu erotismo.

Soy la redención proscrita del pasado.
Si hice trampas, yo quise perder contigo
aunque tú no lo creas.

No debes volver a nadie.

El sexo en tu adiós
será el polvo más trágico.

Y no te vendo más películas
aunque sea el último John Wayne.



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