martes, 13 de febrero de 2024

wc

 



 

Todos mis dioses y monstruos

muestran complacencia: 

una vaga esperanza

de resurrección. 


Y me despierto en mitad de la noche 

y veo un tren expreso a punto de arrollarme,

un sueño marginal, una luciérnaga

 al fondo del pasillo.


Pienso en los viejos amigos desdentados,

los que se perdieron (y nadie los trajo),

y hay un yonki debajo de mi cama

relamiendo yogures.


Levanto la frente marchita como Gardel

y un viejo póster de Maniática me engulle 

como la vida al desaliento, 

como la vejez al tiempo.


Me siento agotado, amarillento, 

descubro la persiana y solo hay letanías, 

farolas empezando a despertar, 

millones de periódicos en barbecho. 


Qué te he hecho madre? Qué profunda herida 

guardas en el pecho que no cicatriza?

 Qué me he hecho a mí mismo? 

Con quién disparo y recibo la bala, 

a cuánto está el kilo de angustia y disidencia?.


Entonces abro la tapa del váter y evacuo. 

Orín de dioses primigenios, 

vegija incontenible y magullada,

 ríos de penitencia y desconsuelo.


Me siento un pordiosero miserable, 

un tripulante sin barco ni timón, 

una palabra desechada,

 escupida a mis propios abismos. 


Entonces tiro la cadena 

y por fin me limpio de este mundo macilento.

 


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