sábado, 12 de septiembre de 2015

LOS JUEGOS DEL HAMBRE.







Y se abre un espejo de cuajo
como abriendo una herida, un pasadizo
y es el nítido idioma de los hombres
que un día hablabas, por mí, a través de tus versos
-puñales, hojas secas, dicotomías-

“Yo te vi en aquella capa mía de tristeza
limpiando el polvo, devolviéndome a la vida.

Serás, amor, parte de mí, de mi larvada existencia,
aunque a veces lo esconda, aunque no pueda entenderte
tú has crecido de mi vientre a las flores del mundo.

El sexo que no tenemos, lo mastico dentro,
las cosas que no te digo, las he gritado tanto.

Las calles huecas de esta ciudad tiñen mis huellas,
las palabras al viento que humedecen mis labios,
mi sintigo espeso, la conciencia tranquila
cuando tengo que alejarme y pareces un perro
deambulando en busca de no se sabe qué.

Tanta idea equivocada en el tránsito a mi cuerpo,
tanta mierda sin limpiar, tus ojos corredizos
vaciándose en mí como si fuera una maceta,
una tierra fértil dónde desangrarte.”

Nos hemos alejado de lo humano pero no somos dioses,
la fatiga es un punto de retorno siempre.

Me han entendido otras, habité pensiones,
me engulleron escenarios, volví a salir ileso,
nunca hubo un plan b tú lo sabías, tú me bebiste.

No he vuelto a limpiar el polvo de tus ángulos muertos,
sólo he cogido taxis para leerte en secreto
lejos ya de los ataques repentinos de nostalgia,
de los impulsos cobardes, de las noches turbulentas de codicia.

Porque yo quise ver en ti una diana perfecta,
una mujer dónde volcarlo todo, el semen con la arrogancia,
la estupidez con la ternura, la mala baba con la sangre limpia.

Equivoqué el término y los plazos, hice de tu cama un velatorio,
una caja de pino para el niño sin dientes.
Nadie me enseñó los límites, cómo tocar tierra,
era tu boca una mancha de salitre, un infinito.

Quizás este perdón signifique madurez, pero no lo creo.
Hay trenes que te empujan al abismo sin una razón,
letanías y pasajes que maquillan la levedad de nuestro tiempo.

Volvería a equivocarme en tiempo y espacio. Fue la misma necesidad
como una guerra abierta, como los juegos del hambre.

Mañana será, amor, otro día con ventanas

-no puedes negarme eso-.

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