martes, 16 de septiembre de 2014

POLAROID.






"Dad y comed de mí.

                                       Resucitadme."


Sed de mal debajo de mis ojos
plagados de larvas y palabras insolentes,
me deterioro sin esperar demasiado de ellos,
detrás del incomprendido se esconde el fariseo,
sobre mi lengua bífida 
el amor de los cuerpos putrefactos.

La sustancia está encendida entre páramos de nieve,
la anfetamina recorre el pálpito,
tú no tienes vergüenza, ya eres humo,
lo de la puta vida en verso es mío
porque sigo gritando entre mortales.

Me arrancaron del tiempo las prisas,
el cobijo. Del pan y los remiendos
nacieron impurezas que abrigo entre mis manos,
no he corregido nada y sin embargo
me siento un gigante.

Sostener el mundo con el último bille de cincuenta,
inaugurar el templo, dejar que pase el viejo
dejando la cagada de perro, las horas sueltas,
cruzarme Benimaclet a pata y seguir buscando
como si tuvieras ganas de encontrarme.

No están buscando la poesía en esos rostros famélicos,
se han inventado un nuevo testamento
dónde ni soy juez y parte,
ni orfebrería barata
en tu vieja Polaroid.

Hace meses que ganaste la partida,
tu orgullo está fatigado y triste 
aunque tú no lo veas. Sigue llegando siempre
cuando la fiesta se ha acabado,
cuando los ceniceros están llenos de mentiras
y las copas han vaciado su amargura
de inconsciencia y odio.

Esta ciudad está borrosa, no siento 
absolútamente nada, deberían de ponerle un velo
y encerrarla por los siglos.

Yo, abro las venas y la culpa,
y maldigo todo lo que no pude hacer mío,
soy consciente de que mi cabeza es un órgano desierto,
miles de pájaros sin alas esperando un cambio,

una receta con peaje, 

un hasta nunca.

































 



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