Tú me descolocas.
He tenido que agotar
el saldo del tiempo
que no pasé contigo
para reconocerlo.
Tú me descolocas.
Navego desnudo en la profecía de tus ojos
hechos de sangre, arenas movedizas
y reproches.
Sobre mi cama sonríes
con tu capa de sábado triste
y vida con licencias:
soy –dices- una mancha en tu júbilo,
me quedé despierta en tu sueño lascivo
y no me atreví a detenerlo.
Fue, de una manera u otra,
una manera de desguazarnos mutuamente:
yo me quedé las goteras y los pactos,
tú un centenar de poemas inseguros.
Ha quedado un vacío inmenso
entre lo que quise ser contigo
y este olor a mierda.
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