sábado, 17 de marzo de 2012

TREINTA Y OCHO.









Subió por tus piernas la gramática y yo estaba lejos de todo aquello. Sólo una bulba consentida, un sótano sin luz hacia tus piernas. Sólo eso devastaba la noche, sucumbia al principio del ciego, del auspicio. Subió por tus piernas toda mi pena de golpe y empecé a dejar de recordar. Apagones y velatorios. Desintoxicación mental a muchos kilómetros de donde tu distancia y la mia nunca convergen. Se había abierto la ciudad contra mi poesía. Después sólo sangre, litros de amargura y borrachos bebiendo en la iglesia de la Torre de Quart mientras la vida hacía su horario de tarde ronca y cigarros prestados.

Se había desmoronado la ciudad y yo te echaba toda la culpa. Ya no me buscabas. Yo te lo pedí. Mi lucidez murmuraba decrépita hacia los abismos del silencio. Allí donde yo me empeño en hablar y en levantar mis depresiones, donde el cultivo de sueños busca la luz de cruce, la impertinente esperanza que levanta a los débiles, que da pavor al paranoico y que mantiene en vilo al inconstante. Ver para que cicatricen los ojos, respirar esperando el dia del juicio, la canción definitiva que nos salve.

Eras la única persona que creía en mi tristeza. Y por eso viniste, seis años después. De la mano de una cordura humillante. Todo tu futuro para ti, con tu poesía y tus miedos, tu carne fresca y tu inventario de hembra resucitada. Yo tenía la mirada acrílica despezada para ti. Toma, mis últimas imágenes para que las llores y las aplastes contra tu ventana. Eso debí pensar un segundo antes de que me llamaras por mi nombre y me machacaras con palabras estériles...

"Tu conciencia es un volcán que nunca apago
Mi miseria una cuestión de principios.
Dime donde empieza a morirse el tráfico
que voy a coger taxis y ansiolíticos.
La vida ha rescindido este contrato,
 la muerte te ha contado que no existo.
Los años que te debo están intactos,
 a veces tan nostálgico que llego hasta el olvido.

 Coge las maletas y la identidad perdida,
déjame las huellas y los sobresaltos.
 Vivo en un hotel de estrellas desprendidas,
mi techo huele a cielo y mis hijos son de asfalto."

Entonces apuré el último grado de cinismo que todavía se conservaba en pie. Giré mi cabeza y con desprecio te dije si esa mierda la habías escrito tú. Un imperio se cayó en tus ojos, un imperio de miles de años. Lágrimas como ejércitos de escépticos y ríos de ternura repatriada. Te caiste con todo el equipo. Agachaste la cabeza, hablaste con el suelo, miraste a tu marido. "Déjalo, ni siquiera se sostiene". Te acercaste por última vez. Me tocaste la cara, me abriste la puerta: "No, Charly. Eso me lo escribiste tú hace dos años. Aunque lo hayas enterrado contigo." Y saliste de mi vida derrumbada. LLevándote la luna de Valencia contigo mientras las Torres de Quart descorchaban el último litro de tinto a mi salud.

Carmen se acercó, con su nariz rojiza y sus cuarenta kilos de desequilibrios. Abrió su boca mutilada por el jako, puso su brazo sobre mi espalda y me dijo que no me preocupara por aquello. "Ellos pertenecen al mundo de los vivos." Luego me senté en el bordillo de la iglesia, cerré mis ojos y decidí que la noche ya no merecía respirar más. Empecé a recordarlo todo. Me abrí la cabeza contra Dios, vomité el desasosiego y di gracias de no haber alargado más esa estúpida comedia.

Hoy he ido al entierro de Carmen y había doce personas, de las cuales sólo recordaba a dos. He cogido el coche y cuando he llegado a casa tenías hecha la comida. Luego ha venido tu exmarido a por su hijo y mientras te abrazaba he notado su mirada de compasión y de infelicidad. Yo lo he mirado como suelo mirar a todas esas personas que nunca van a entender esto. Lo he dejado solo con su ignorancia y he levantado la mano sugiriéndole que se fuera a tomar por culo mientras mi dedo corazón iba de un lado para otro.

Ha cogido la parte de su vida que todavía no le he robado y ha salido disparado con su coche de seis kilos. Tú has entrado por la puerta y me has dado un abrazo como si mañana fueran a prohibirlos. Te he dado las gracias por resucitarme y al acabar el postre hemos hecho el amor. Te has quedado dormida y yo he empezado a escribir esto pensado ya en que voy a regalarte por tu treinta y ocho cumpleaños.

3 comentarios:

  1. La piel de gallina. Qué grande eres.
    (He creado el blog sólo para dejarte comentarios... jajaja)

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  2. Me llena el hueco que tengo dentro de mi.
    Cada noche antes de dormir.
    Gracias.

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