Dejo abierta la ventana de mi cuarto
y por la escalera se oyen las voces
De la vergüenza.
Dos personas se están chillando
a voz en grito
sobre la posible muerte de un torero
y la caja tonta sigue delirando
con su inevitable batalla
de ignorancia voluntaria.
De un tiempo a esta parte
mis compañeros de piso
me tienen como a un alcohólico
bohemio y loco que
a menudo llega los domingos
cuando ellos se levantan.
Hablan del desorden de mi vida
de que ninguna mujer puede querer
a un tipo así,
me juzgan y me dan los restos
cuando sobra comida
-que yo como por no hacerme la cena-
y porque suelo gastar
lo poco que me queda
en vicios y excesos.
En tardes como ésta
todavía tengo algo de orgullo.
Porque ellos discuten
sobre si vivirá lo justo
para que se desvele el entuerto.
Y yo escribo un poema
y esta vez no estoy pensando en ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario