jueves, 26 de enero de 2012

TOREROS MUERTOS.







Dejo abierta la ventana de mi cuarto
y por la escalera se oyen las voces
De la vergüenza.

Dos personas se están chillando
a voz en grito
sobre la posible muerte de un torero

y la caja tonta sigue delirando
con su inevitable batalla
de ignorancia voluntaria.

De un tiempo a esta parte
mis compañeros de piso
me tienen como a un alcohólico

bohemio y loco que
a menudo llega los domingos
cuando ellos se levantan.

Hablan del desorden de mi vida
de que ninguna mujer puede querer
a un tipo así,

me juzgan y me dan los restos
cuando sobra comida
-que yo como por no hacerme la cena-

y porque suelo gastar
lo poco que me queda
en vicios y excesos.

En tardes como ésta
todavía tengo algo de orgullo.

Porque ellos discuten
sobre si vivirá lo justo
para que se desvele el entuerto.

Y yo escribo un poema
y esta vez no estoy pensando en ti.







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