martes, 24 de enero de 2012

MILLION DOLLAR BABY.






Los perros de esta ciudad están hambrientos.

Lo supe por cómo me miraban ayer,
al ir a tu encuentro, desesperadamente,
mientras la luna era pasto de sus bocas.

Encontrarme un sueño y regalarlo,
agachar la cabeza contra el bordillo
como si fuera la penúltima carrera
al beso de la nada.

Encontrarme un sueño y que no me venza,
no andar regresando siempre -todavía-
de la inevitable y laboriosa
perversión de la mente.

Cuando habla el amor tú te desvaneces
como un presagio.

Vivir para encontrarte,
dejar que se sucedan los cambios
y que se mueran los pájaros,
olvidar los relojes del tiempo,
percibir el aliento de una voz cansada
deshumanizándose.

Sólo de vuelta a casa
es cuando siento el abrazo de la ciudad,
cuando la ausencia debilita por momentos
mis ansias de abrigarte entre mis sábanas,
cuando las farolas asesinas
ciegan sus ojos para humedecer los míos
y todo vuelve al principio
como un mal sueño.

Los cementerios de amor clavarán sus cruces
y mis nítidas visiones enfermarán
como tus flores,
secas sobre la lluvia que las desgasta,
ásperas como ese pétalo que entre los dedos
suele volverse espina.

Necesitaré de tu silencio
para encontrar el camino de vuelta.
Hay pasos que se dan y duelen demasiado
y hay pasos que se suceden unos a otros
para llegar al mismo sitio.

Las neglicencias de los amantes
son las que llenan bibliotecas,
no te engañes.

Los libros están llenos de mentiras preciosas,
así como en la tierra la humanidad va reciclándose
nosotros dejamos que la vida ejerza,
somos huéspedes de una historia
pero olvidamos a leer rápidamente.

No poder decírtelo a los ojos
es como estar ciego y dejar en ruinas
el imperio de mis sentidos.

Yo quería que mi cordura flojeara en tu cabello,
quería que mi conciencia fuera libre,
tener el privilegio de enseñarte un mundo
así sin culpas, sólo de nosotros.

Yo quería descifrar lo que tu boca calla,
llevarte de la mano a paraisos desconcertantes,
fumar un cigarro a la orilla de un balcón
y que tu poses desnuda sumergida
en el pozo de la cama del hotel.

Desde allí, la vida no sería tan difícil.

Lo que pasó después no lo recuerdo,
lo que vendrá mañana
todavía me despierta.

Mañana el lunes vendrá de vacío,
los periódicos seguirán sin rastro de nosotros,
una pareja nacerá y otra se estará pudriendo.

Mañana nadie podrá sedar estas páginas,
ya estará todo escrito, y la metamorfosis
de la que me hablaste seguirá su curso.

Dime dónde y cuando, aunque no aparezcas,
calla los porqués si están de luto,
susúrrame que me quisiste
para creer que no estoy loco (del todo).

Enciéndete el cigarro de la calma antes de acostarte
y aprieta contra el verso que ha de resucitarme
cuando esté tan lejos que ni el recuerdo
supure.

Eres como la chica del millón de dólares
pero sin saber en que estación bajarse.
Arrepentirse es no haber entendido nada,
la lucidez lo mínimo que me exijo
cuando me enfrento a estas palabras.

Si todo lo hice por amor
es porque el amor me hizo a mi.

Decidle al amor
que los perros de esta ciudad están hambrientos. 



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