miércoles, 25 de enero de 2012

LA OTRA PARTE DE MI.








Yo te ponía la sílaba perfecta en la garganta
el entusiasmo de mis días venía
cargado de erotismo, era difícil
que tú pudieras olvidarlo tan fácilmente
por eso nunca dejabas de llamar
aún sabiéndote cómplice de esta mentira
que tan buenos ratos apuramos juntos.

Pero nunca llegas para quedarte
todo es demasiado tarde siempre
y el corazón sufre de amnesia colectiva
cuando me acaricias los labios
y desapareces con la niebla entre las rocas.

Pertenezco a la otra parte de mi
que no quiere despedirse todavía
me quiero quedar pero nunca es ahora
siempre es la misma canción triste
para desayunar, los mismos puntos
suspensivos rellenando mis días,
los mismos cuerpos de ayer girando
de manera visceral sobre tus trampas.

Los que no te conocen, ya te conocen,
los que no te ven nunca conmigo ya imaginan
como fueron aquellos días que no existen,
como ladran las locomotoras que dejo ir
hacia las ciudades derruidas por tu boca.

Los que no te conocen, ya leyeron esos versos,
ya estuvieron en esas lágrimas que indulto
cada noche, ciego de mi como un peatón
diferenciándome del resto en las cosas que no digo,
reciclándome en cada concierto
para que veas que el teatro está conmigo,
preso del tiempo, cautivo del amor ingrato
de este papel secundario que me otorgas.

Paso por tus días en cada semáforo,
siento el peso de estos días que no formamos
parte de la historia, preso del lenguaje más adúltero
cometo incesto en cada puerto,
en las aguas turbias del primer encuentro
sometiéndome a los placeres de Afrodita,
navegando por el coño de las frígidas
y seduciendo a la vida en una pensión
de tres metros de ancho por dos de largo.

Paso por tus días y no te das ni cuenta,
ya adoleces de sentido, de sentimiento,
ya me recuerdas lejos sobre la manta húmeda
de todos los sueños etéreos que jamás gritaste.

Me eras fiel en cada viaje hasta que viste
que hay demasiada vía muerta, demasiado
compás de espera, manos que aprietan tarde,
besos que muerden poco, palabras rotas
en la cadena del desencanto.

Los que no te conocen, ya te conocen,
y yo, que a veces te odio,  te querría siempre.



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