Mis ojos te registran
como si fueran a salvar el mundo.
Aplaco la ira de mis emociones,
contengo el aliento
y aniquilo al verbo
ya extasiado hasta el cansancio.
Mi sexo brota libre entre saliva y barro
-calzarse la vida como una perra-
el verano palidece sus costuras
y el agua que se escapa entre las manos
es solo un remordimiento pasajero.
Tengo un amor visceral
que me sana las culpas. Ella sabe
que el Domingo ha vuelto a desolarme.
Ya todo lo que toco es humo o pólvora.
Ella se queda admirando el cuadro,
envejeciendo un rato,
y hay alarmas insurgentes en el pecho
y santos devorados por sus hijos.
Algún libro gastado me advierte
que mañana todo será ya paz
entre nosotros. Tan solo un poco
de equivocación y desamparo.
El deslunado vecinal me cobija,
-un cuerpo entre sábanas vacías-
los perros se olfatean abajo en la vaguada
el sueño me absorbe
y por fin me desvanezco entre las sombras.
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