jueves, 8 de noviembre de 2018

UNA PAZ.





La naturaleza del hombre era lo que me inspiraba.
La sórdida ecuación de gozarse la ciudad
hacia uno mismo
mientras a pedazos se destruye el resto.

Uno nunca sabe dónde morirán las leyes,
-todavía te escribo en los lavabos-
al pasar de los años quedan los recuerdos pervertidos.

Hay lugares y fechas en los bancos más tristes,
la pupila se relame, la juventud se escapa:

pájaro herido que no matamos a tiempo,
días escasos para el amor sin fondo.

En aquella casa, rodeada de verdes espesuras,
de blancos silencios, de obituarios y fragancias
yo he sudado la piel del enfermo.

Ya perdí mil patrias. No era mi guerra
“y aún a ratos ya ves” como diría entonces.
Tú, cubierta en la trinchera gritarás su nombre,
evitaré tragedias, me aferraré al coraje.

Entre el cielo y la tierra habito
una paz infinita
que me apaga los monstruos.

Desordenadamente encuentro

un pueblo vacío y desolado,
el frío abraza la noche
al borde del camino

y dejo de pensarte.


https://www.youtube.com/watch?v=y9BiNwJl8BE



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