La naturaleza del hombre era lo que me inspiraba.
La sórdida ecuación de gozarse la ciudad
hacia uno mismo
mientras a pedazos se destruye el resto.
Uno nunca sabe dónde morirán las leyes,
-todavía te escribo en los lavabos-
al pasar de los años quedan los recuerdos pervertidos.
Hay lugares y fechas en los bancos más tristes,
la pupila se relame, la juventud se escapa:
pájaro herido que no matamos a tiempo,
días escasos para el amor sin fondo.
En aquella casa, rodeada de verdes espesuras,
de blancos silencios, de obituarios y fragancias
yo he sudado la piel del enfermo.
Ya perdí mil patrias. No era mi guerra
“y aún a ratos ya ves” como diría entonces.
Tú, cubierta en la trinchera gritarás su nombre,
evitaré tragedias, me aferraré al coraje.
Entre el cielo y la tierra habito
una paz infinita
que me apaga los monstruos.
Desordenadamente encuentro
un pueblo vacío y desolado,
el frío abraza la noche
al borde del camino
y dejo de pensarte.
https://www.youtube.com/watch?v=y9BiNwJl8BE
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