sábado, 13 de julio de 2013

OLERTE.































No sé que somos. Quizás una calumnia.
Tu soledad y la mía siempre solían
hablarse a gritos, como un dolor de muelas
mal curado y terco.

Qué le pasa a tus versos
que se me escapan todos de las manos,
que huyen despavoridos celebrando
la carrera mundial de los hombres cojos.

Qué nombre le has puesto a este vacío?,
a esa manta que tapa cardenales y secretos,
colillas rebosando en el íntimo rincón de la avaricia,
los recibos y la silla eléctrica,
la temeridad del mando a distancia
soñando cambios.

Se te caerá la casa con todo el orgullo dentro,
con toda la pobredumbre que atesora
la lluvia y el remiendo,
la ventana escupiendo sobre todas tus flores,
tu mala baba vaciando habitaciones verdes,
ensoñaciones y libros que se mueren
de pena.

Dime, con qué sinónimo vas a bautizar a esto,
cual de todas las saetas manejas tú,
qué parte le corresponde al destino,
calamidad de amantes indecentes.

De todas las miradas de aquella plaza,
yemas colindantes, esquinas, cuadros,
mi voz, tu pausa, el amor de contrabando,
mi boca seca, la nicotina en celo,
los amantes verticales
y la escalera de color

de todas las miradas de aquella plaza
ninguna peleó este juicio. Y se ha quedado

un desierto desgarrando el sábado
como una frase precisa en la calle de los cambios.

Ya no quiero abrir tus ojos
porque ya he aprendido a olerte.

La inteligencia no tiene apellidos,
ni testigos ni memoria.

Ni me llevará a tu cama, ni te hará la cena
de los cuerpos que incineras,
de ese amor al que le tiemblan las piernas,
al que le bajan las persianas,

de ese amor que es sólo tuyo
-recuerdo y procesión-


y de tu boca.




1 comentario:

  1. No sé si quiera describir lo que siento tras leerte. Tras leer esto, "Palomas con hambre", "Muñecas rusas", "El viaje sin ti"...
    Joder, sinceramente, tiemblo.
    Es como sentirse enorme y diminuto a la vez. Algo así... como una inyección en la espina dorsal, poesía hasta la médula ósea.
    Cojonuda, sin más.

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