sábado, 14 de abril de 2012

EL HIJO DEL TALENTO






Se me ocurren mil maneras de empezar este escrito pero sólo te mereces una. Sí, definitivamente vivo dentro de otra persona, o él vive dentro de mí, quién sabe. Hace ya mucho tiempo que vivimos en universos paralelos, inconstantes, y hace mucho que nos hablamos a susurros. Durante mucho tiempo quise acercarme a él de una manera distendida, que me confesara sus problemas, sus traumas. Que me convenciera qué puede tener de bueno tanto caos y tanto corazón chafado por el camino. 

Hace mucho tiempo, yo lo veía como el enemigo, creía que muchas de las cosas malas que me pasaban eran por su culpa. Que no tenía sentido seguirle el juego, que el cuento de la ambigüedad estaba demasiado quemado, que el centro de uno mismo ya debería ser suficiente carga como para arrastrar a otro. Mis amigos de siempre, preocupados por mis líos y aventuras. “Esa vida que llevas te acabará matando”, decían. Mi madre, mirándome con escepticismo desde el otro lado del pasillo. “A ver si un día creces” -decía-. Cómo si ahora tuviéramos tiempo de montar una familia. 

Las mujeres, con ganas de dejarse abierta la puerta por el miedo a cerrarla del todo conmigo fuera, pero muy lejos de su ideal de pareja estable que necesitan. No es extraño que así me haya sentido sólo e incomprendido tantas veces, y que haya tenido que girar en círculos sobre mi propio camino. No es extraño que haya tenido que hacer nuevos amigos estos nueve años que si se sintieran cerca de mi y entendieran dónde nacen las raíces de mi mundo. Que haya tenido que reinventarme una y otra vez, que haya sido pesado en algunas acciones buscando una luz que no existe como tal… La luz soy yo, atravesada por los rayos de mi pensamiento, creer en mí como no creíste, andar con pies de plomo sin esperar un fin o un resultado, deteniéndome en todos los flancos preciosos del camino, avituallándome con alcohol y mezclas, sometiéndome muy de vez en cuando a unos labios que se dejen. Después de todo, lo único que no me cuesta dinero y esfuerzo es dejarme llevar. 

Eso lo llevo haciendo prácticamente desde que nací, y es un precio/tesoro demasiado valioso como para alojarlo a la vera del camino. Miro atrás, y sólo veo errores e impaciencia. Rostros que están muy alejados de mis esperanzas. Sólo veo personas tristes preocupadas de su futuro, madres nerviosas porque mañana hacen el examen de ingreso a la Universidad, trajeados que caminan sin detenerse en las pequeñas cosas, juventud apática que nunca encuentro abriendo un libro cuando bajo por las mañanas a leer, hombres deshechos de la fábrica que no median palabra con su mujer, analfabetos emocionales que comentan lo bien que la come su novia choni y artistas peleando cada día por salir a flote con el mejor disfraz que se pueda. Veo muchos hombres y pocas personas.  Y yo, de repente, me acuerdo de una frase que escribí en una canción que decía “La locura tiene dentera”. Yo creo que es mundo el que tiene envidia de la locura. Mientras todos se esfuerzan por llegar a algo, yo ya he conseguido ser un desastre total, y ganado con esfuerzo además. Mientras se mueren por conseguir guita y respeto, yo pulo mis sueños, tejo mis ansias, formulo mis preguntas, y me siento tan vivo lejos de los gritos y el desánimo. Yo ya me he encontrado, no tengo que buscar más. 

Y es curioso que siempre tuve admiración por aquellos personajes que vivían la vida al límite y que cargaban con una cruz de ternura imperturbable. Es verdad que siempre quise parecerme a ellos porque me parecían mucho más nobles que los otros. Quise ser escritor en la niebla, borracho desatado en las barras más ruines, crápula del deseo y la lujuria, seductor de bellas palabras y caricias voluptuosas. Quise ser subversivo por impulso, redentor en tu cuerpo, hijo de la derrota y la necesidad, alquimista de la tristeza. Quise ser un personaje de John Fante, un verso de Boudellaire, protagonista de una historia de Sabina, drogadicto en una canción de Enrique Urquijo, macarra en un film de Eloy de la Iglesia… Quise ser perdedor de trenes, amparado en alguna canción de los Burning, con una chupa de crueldad y unas gafas negras para tapar mis lágrimas. Quise ser eso, y me he dado cuenta de que ya no hay que buscar más. He completado la transformación sin darme cuenta. He creado mi propio personaje. Y me queda el traje que no veas. 

Por eso me siento un visionario más viendo como todos andan perdidos buscando la razón de su existencia, mientras yo encuentro la paz destrozándome contra el folio. Estoy riéndome de todas mis causas perdidas, echando leña sobre las relaciones que no pudieron ser, soltando humo en cada recuerdo y levando anclas para quien me quiera cerca y me haga cómplice de sus miedos. Fui mi peor enemigo mucho tiempo. Caminé tropezándome hasta encontrarte. Pero has abierto un puente de plata a mi soledad y he cruzado al otro extremo del río sin detenerme en los aplausos. Eso que ves humedecido por la niebla es el hombre que me arrastra y me da superpoderes cuando nos damos una tregua con un gramo. Eso, tiene todas las debilidades y facciones de mi padre. Aunque él sólo me quiera leer entre líneas por no asustarse de la vida eléctrica que se gasta su hijo. Eso, me sujeta las sombras cuando me pierdo por Valencia triste y desubicado, me levanta del bajón un Sábado tarde, se mete en mi cama cada noche. 

Eso, se te va a largar por la puerta de emergencia y te vas a arrepentir algunos lustros. Eso se viene conmigo a darme aliento, a seguir peleando a la contra con la tormenta haciendo aspas… Eso me a va seguir atormentando y dando vida cada mañana, me va a dar una razón al día para seguir vivo en este mundo de vivos-muertos, me va a abrigar cuando estés lejos y, desgraciadamente, va a seguir refunfuñando: “mirad, ese que veis huérfano de amor es el hijo del talento”.

1 comentario:

  1. A la grandeza de palabras que el tiempo no podrá caducar, al ilimitado extracto en la esencia del ultimo trago de cerveza, al recorrido sin camino de putas y cabrones en carreteras secundarias, a uno de los mejores escritores de mi época y de todas las que vengan, yo me consideró adicta a las imágenes que forman tus palabras. Soy una poetisa mas a la que queda mucho que aprender de ti.
    Gracias por no esperar que nadie haga de esto elegancia, solo verdad para los ojos del que sabe mirar.

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