Manchas de polvo y tiempo,
mis ojos sujetando la insolencia del mundo
desprovisto ya de toda caricia matinal.
El reloj se escurre entre las grietas de la tarde,
avanzo entre las sombras como un enemigo público
y algo late dentro de mí sin fuerza alguna:
un aforismo que te entrego
como una culpa.
Concluido y espeso, como un grito
que nadie oye, allí alcanzo a comprenderte.
Tantas palabras huecas entre el humo,
la lluvia cae sin freno, lo que no supura
también nos separa: ese cementerio de cuentas pendientes.
Sea o no sea el don de la ternura
diremos que sí. Los bares aquellos
están cerrados, carteles luminosos de otra época,
miradas que no se traducen,
pactos súbitos.
Mesas deshabitadas por otras épocas,
uñas mordidas de juventud,
vicisitudes.
https://www.youtube.com/watch?v=PShaoIASpTk
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